Cuando te marchabas apresuradamente
en la mañana fría de aquel febrero aciago.
Cuando tu regocijo se mezclaba con la
felicidad merecida.
Cuando la pena y la rabia iban cogidas
de la mano.
Cuando tu llanto no superaba la lágrima
desesperada, cuando tu alma volaba
transparente en la cuerda tejida a dos.
Cuando bordabas tu juventud rota...
se te olvidó llamarme
para que te acompañara
en ese último trayecto y
te fuiste sin más. Sin despedida,
sin adiós, sin terciar palabra,
como si todo estuviese dicho.
Pues todavía no logro superarte,
no consigo entender que ya no
estás aquí, no soporto tu ausencia
a pesar del paso de los años.
El tiempo no lo cura todo...
domingo, 7 de diciembre de 2008
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